Una novela como tinglado de vida

screenshot.3177El escritor peruano acaba de publicar en castellano De noche andamos en círculos, su última obra.

Carlos Villanes Cairo
Madrid

Le ha costado siete años de trabajo hacer la extenuante travesía y llegar a buen puerto, y aunque varias veces estuvo a punto de tirar por la borda el proyecto, hubo personas como su esposa Carolina, sus editores o las ayudas de las fundaciones Lannan, Guggenheim y el Headlands Center of the Arts, quienes le proporcionaron la asistencia necesaria para que pudiera, Daniel Alarcón (Lima, 1977), finalizar su reciente novela De noche andamos en círculos (Seix Barral, Barcelona, 2014,378 pp.).

Aparte de los círculos y los espejos, de que habla la crítica, nos parece que lo fundamental de la obra es el riesgoso trabajo de mostrar al lector, con creciente interés a medida que avanzan las páginas, la manera de hacer un amplio relato en base de encuestas con los personajes, testigos y vivencias propias, todas imaginadas pero de una sutil y bien organizada coherencia de: cómo escribir una novela dentro de la misma novela, planteándose un reto consigo mismo y un público desafío.

Sobre este propósito ya nos dio una lección magistral Luis Goytisolo, en Antagonía, una de las mejores obras del siglo XX. Otros también lo han intentado, sin llegar muy lejos, ganados por el excesivo subjetivismo, el embrollo repetitivo, la autocomplacencia o la desmedida humildad por parecer muy sinceros y desinhibidos, con derroche de palabras pero notables descuidos, o con mucha mala uva como el colombiano/mexicano Fernando Vallejo mostrando poco recato, aunque con los riñones bien puestos.

En De noche andamos en círculos, Nelson un aspirante a hombre teatro, actor-autor, es elegido por Henry, viejo fundador del grupo Diciembre, para volver a representar El presidente idiota, al que se une Patalarga, quien compra un local desvencijado que fue cine porno, pero que podría volver a revivir la gloria de la obra fracasada por la represión del gobierno quince años antes, lo llevó a la cárcel donde tuvo a Rogelio como amante y fue asesinado en un bombardeo dirigido desde el gobierno donde murieron más 300 presos, muchos de ellos acusados de terrorismo.

Nelson ama a Ixta, pero ella lo deja ante sus indecisiones, su anuncio de viajar a Estados Unidos donde vive su hermano. Ella se une a otro  hombre y queda embarazada, aunque Nelson cree que la futura niña es suya.

Los tres amigos antes de estrenar la  obra en la capital deciden hacer una larga gira por las provincias. Descubren viejas cicatrices de la guerra del 90 y del terrorismo. Llegan al pueblo natal de Rogelio, y Nelson, sin proponérselo, destapa un secreto a la progenitora y a la hermana del asesinado, que cambia su vida para siempre y termina por suplantarlo ante su madre paranoica y enajenada por los recuerdos.

Novela elíptica no solo en el lenguaje sino hasta dentro de los mismos acontecimientos. Nunca sabremos por qué muere la madre de Rogelio, quién asesina a Mindo, ni cómo Henry consigue los favores de su amante. Nelson termina entre rejas por el supuesto asesinato del marido de Ixta. Todos lo piensan inocente menos el juez, y se cumple al final la vieja conseja de que quien anda con lobos a aullar aprende.

Alarcón, que radica en Estados Unidos desde los tres años y escribe en inglés, consigue su objetivo valiéndose de la circularidad del caso, de la vida como un teatro fatídico, despiadado, envolvente y apto para simular buenas ficciones, ante un destino agónico y tercermundista.

LA REPÚBLICA