“EZEQUIEL: El profeta que incendió la pradera”: Una novela de Feliciano Padilla

screenshot.2924SOBRE EL AUTOR.

Con sumo agrado he leído la excelente novela de Feliciano Padilla, novelista y narrador apurimeño de nacimiento y puneño de adopción, que se presenta en esta ciudad del Cusco. Padilla es uno de los más reconocidos escritores sur andinos de las generaciones modernas herederas, en el tiempo, del renombrado grupo Orkoparta que dirigió el genial escritor Gamaliel Churata. Padilla es dueño de una copiosa obra literaria y una larga trayectoria en el quehacer creativo.

Su obra consta de libros como: Amarillito amarilleando (2002); Pescador de luceros (2003); Antología comentada de la literatura puneña (2005); Aquí están los Montesinos (2006); Pakasqa Takiyniykuna (2009); Contra encantamientos y malos augurios (2009), entre otras.

Ha participado en certámenes internacionales como profesor y literato, y posee una amplia y variado currículo de vida, según se desprende de su hoja biográfica.

En el colofón de este libro Mauro Mamani Macedo de la Universidad de San Marcos, ha trazado una bien sustentada biografía, estudio y ubicación contextual de la obra de Padilla, en el concierto de la literatura nacional, que remito a los lectores. En ese estudio se puede apreciar los altos quilates del quehacer creativo de nuestro escritor.

EL TEMA

La ficción histórica es un tema recurrente en la nueva novela peruana, en Cusco tenemos novelas de Luis Nieto Degregori, Enrique Rosas y Karina Pacheco.

En el caso de la obra de Padilla, la historia novelada de la vida de un dirigente campesino epónimo, como la vida de un patriarca o un elegido, es, de por sí, apasionante. ¿De dónde sacó tanta energía este hombre jorobado y pobre, para vivir luchando, permanentemente, contra los inauditos abusos del gamonalismo y la reacción de las primeras décadas del siglo XX? Es el enigma de esta novela, en la que el autor ha acudido a la ficción, al parecer sólo en algunas partes, porque dice haber entresacado las historias de un diario escrito por el propio protagonista de su novela. Diario que llegó a manos del novelista por una casualidad extraordinaria en la Argentina, cosa que también puede ser una ficción. Pues, la ficción novelística tiene su propia lógica y libertad a diferencia de la historia.

Padilla descubre a su personaje real: Ezequiel Urbiola, lo catea, busca sus rastros en las bibliotecas, en la memoria de los líderes campesinos y se encuentra con un rico venero aún no transitado. Se trata de un mestizo de rasgos quechuas que decide tomar como propia, la vestimenta de sus hermanos raciales y, como abogado sin título que era, trabaja denodadamente para vencer a los gamonales y recuperar las tierras usurpadas. Éstos no se quedan atrás y le ganan varios juicios de manera amañada haciendo que el protagonista opte por desterrarse a Arequipa y luego a Lima, portando sendos memoriales de las comunidades campesinas agredidas, para entregárselos en persona al propio presidente Augusto B. Leguía y al presidente del Congreso. Esa viacrucis agonista lo lleva a conocer al amauta, José Carlos Mariátegui, a los primeros luchadores campesinos de diferentes lugares del país, a los conductores de la liberación indígena: Pedro Zulen y Dora Mayer. Son conmovedores sus estancias en las prisiones, así como su deportación a Chile y su encuentro con sus iguales, los campesinos mapuches, luchadores y heroicos como él.

LA OBRA

La historia novelada del líder campesino está contada con elegante prosa. Es amena, aunque los momentos candentes e intensos cobran la vertiginosa sensación de una obra cinematográfica, por la pertinencia del lenguaje y el patetismo de los hechos narrados. El escritor nos entrega redivivo a un personaje paradigmático, un héroe de la lucha social y, al mismo tiempo, un mártir que sobrevivirá a los constantes atentados, encarcelamientos y torturas en manos de la brutalidad policiaca, pero, que caerá rendido por la tuberculosis, como muchos otros grandes luchadores sociales de nuestra patria. La heroica lucha de resistencia y liberación de los indígenas oprimidos por el gamonalismo, ha sido larga y dolorosa por espacio de un centenar y medio de años. El altiplano peruano fue una hoguera de levantamientos ahogados en sangre. Masacres, genocidios, violaciones y crímenes que permanecieron sin castigo. El poder gamonal o terrateniente era omnipotente, absoluto y cruel, contaba con la incesante burla hipócrita de las autoridades y del propio presidente con su demagógica “Patria Nueva”, y el actuar corrupto y sibilino de la oligarquía terrateniente y sus esbirros, soplones y sicarios desalmados.

El universo narrativo de la obra es un testimonio de vida, que subleva el espíritu y cumple bien su papel de motivar y exasperar al lector haciéndole tomar partido, haciéndole detestar el poder oligárquico criollo. Ésa es la magia de la obra de arte, que, si fuera una completa ficción, debería parecer totalmente real y, si fuera real, debe parecer fruto de la imaginación creadora del autor. Por todo eso esta obra de Padilla es un logro integral.

LA TRASCENDENCIA

La historia novelada de Ezequiel, -un nombre bíblico para un implacable defensor de su raza andina-, es el sumun de la larga historia de la lucha por la liberación de los pueblos oprimidos del mundo. Cada etnia o país sometido, a su tiempo y en épocas diversas, ha tenido sus redentores, mesías y líderes que encarnaron la esperanza y enarbolaron banderas de lucha intransigente, hasta conseguir la propia muerte o el martirologio. Recordemos a Túpac Amaru, a los hermanos Catari; al desconocido y recién reivindicado, Juan Bustamente en el siglo XIX (rescatado del polvo de un siglo de olvido por investigadores sociales como el antropólogo Germán Cornejo Pardo, en su trabajo sobre el asesinato del escritor y político Narciso Aréstegui); a Teodomiro Gutiérrez Cueva, el temido Rumimaki; la gesta de Atusparia en Ancash; las luchas emprendidas por Miguel Quispe, “El Inca”; las luchas y el magisterio de Rafael Tupayachi, maestro de escuela, y Simón Herrera Farfán, obrero, asesinados por los años 30 en similares circunstancias, por la canalla policiaca, luego de ser sometidos a la tortura y la insania de los carceleros; o las vidas dolorosas y valientes de Huamantica o Saturnino Huillca, hasta la vida truncada por el crimen alevoso, aun no esclarecido, de Pedro Huillca Tecce y la reciente masacre de indígenas selváticos de Bagua, que defendían el derecho a preservar su territorio.

La historia de la patria es una secuencia infinita de torturas, masacres, despojos y violaciones que se hacen patentes en obras de denuncia como ésta, en que recién, como novedad, empieza a ser escrita y novelada, pues, es la historia oculta de los que no tienen la palabra, ni el voto, ni el poder: la historia de los oprimidos, los parias, escrita por ellos mismos para desenmascarar la otra historia hecha a sueldo y por encargo, al gusto mediocre de los gamonales, terratenientes y explotadores de toda laya. Por eso es importante este libro, que no es un ejercicio literario más, una novelita de amoríos decadentes, un librito más escrito en la provincia, sino, un monumento a la gloria de un líder indígena indómito, inteligente y cultivado, que se batió de igual a igual, con el poder absoluto de sus opresores gamonales. Pese al tiempo transcurrido, pese a la segunda emancipación del Perú con la Reforma Agraria del general Velasco, -verdadero redentor de la indianidad-, no ha terminado la exclusión, el racismo y la persecución criminal contra los líderes populares y étnicos, y es preciso estar alertas para denunciar y defender a nuestros pueblos originarios del embate asesino de las transnacionales mineras, petroleras o del gas, con la complicidad de gobiernos lacayos y entreguistas como el presente.

Esta obra literaria que nos ofrece Feliciano Padilla es un aporte a la cultura nacional y a la peruanidad, pero, sobre todo, al campesinado andino del Perú.

(*) Julio Gutiérrez Samanez: Presidente del Instituto Americano de Arte del Cusco.

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