Charo Márquez.
Benalmádena. EFE.
El jazz es un “campo abierto ilimitado para la creatividad” y ha dejado de ser “la música de los músicos” para convertirse en “la música de mucha gente”, según el músico y compositor cubano Chucho Valdés.
En el piano “santiguado” (firmado) por su padre, “Bebo” Valdés, concluyó anteayer su última obra, Mis canciones favoritas, 16 temas con cuatro nuevas composiciones, con canciones creadas por él mismo entre los 15 y los 25 años que nunca había tocado.
Coincidiendo con la celebración del Día Internacional del Jazz, Dionisio Jesús Valdés Rodríguez (Quivicán, Cuba, 1941) afirmó en la entrevista que el jazz es la música de “un público grande que ha ido creciendo con el tiempo y entendiendo cada vez más este género”.
Valdés, una de las figuras más influyentes del jazz afrocubano, ha confesado que en este estilo se encuentra a sus “anchas”, se siente más “libre” y cree que desarrolla realmente su creatividad.
Sentado frente a un piano es donde está más cómodo, porque es ahí donde ha pasado la mayor parte de su vida, desde que tomó contacto con este instrumento a los tres años, de la mano de su padre, el gran “Bebo” Valdés.
Valora tanto las viejas figuras del jazz, que ya superan los 60 años, como Herbie Hancock, porque “han seguido superándose, madurando y hoy tienen más experiencia y son más grandes”, como otros talentos más jóvenes.
Entre ellos ha citado a Brad Mehldau, Joey Calderazzo, Harold López-Nussa, Rolando Luna, Hilario Durán, Roberto Fonseca, Gonzalo Rubalcaba o David Meire, al que califica de “algo fuera de lo normal”.
A lo largo de su trayectoria ha demostrado que no es un músico de jazz puro; el ejemplo más claro, su anterior trabajo, Border free, donde bordeó todos los estilos. “Cuando conoces diferentes estilos y géneros, tienes la posibilidad de unificar, de fusionar”, ha asegurado.
Este músico presume, desde la humildad, de dominar todos los estilos y recuerda que su padre le enseñó que “lo importante no es ser el mejor, sino ser el más completo”.
En su casa de la localidad malagueña de Benalmádena (sur de España) tiene uno de los pianos que la marca japonesa Sakai ha bautizado con su nombre, un “baby cola”, de pequeñas dimensiones, pero la empresa ya trabaja en pianos de cola de los que se siente muy orgulloso, no sólo porque lucen su nombre sino porque están fabricados especialmente para tocar jazz latino, su sonido.
Pero el piano preferido de Chucho Valdés es un Steinway que hace poco más de un mes compró en una tienda de Benalmádena, donde había otros muchos similares, pero sintió “una atracción tan grande” que se decidió por él.
Al abrir la tapa, tanto el compositor como el dueño de la tienda descubrieron sorprendidos que estaba firmado por “Bebo” Valdés. Fue el último piano que tocó su padre en el concierto que juntos ofrecieron en el Teatro Real de Madrid en 2008, pero en aquel momento Chucho no se percató de que su padre firmó el instrumento.
“De entre tantos lugares en los que podía estar este piano en España, estaba en Benalmádena, en el momento en el que me da por comprar un piano y sin saber que tenía la firma de mi padre”, ha relatado.
Una selección de Mis canciones favoritas, de sus ocho Grammys y de su anterior disco, Border free, integrarán el recital que ofrecerá el próximo 24 de julio en Marbella, un concierto que, avanza, será “memorable”.
El pianista no ha podido cumplir uno de sus sueños: tocar con Paco de Lucía, al que considera un “ícono mundial” por haber llevado el flamenco “a lo más alto”.
Y no piensa en retirarse, porque asegura que le quedan muchas cosas por hacer y mucha creatividad, así que quiere seguir componiendo hasta al menos los 100 años.
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