¿Cómo defines lo que haces?
Soy un juglar. Si miras las letras, soy un trovador más como de esa estirpe antigua española: uso versos octosilábicos, rimo, cuento historias entre canciones y hago décimas que cuentan historias.
Podría sonar algo anacrónico, ¿no?
Suena como algo del pasado si uno sólo se remite a eso, pero la música es el elemento que te saca de esa época y, segundo, los temas le dan actualidad.
¿Cuáles son tus temas?
Yo tengo una décima por ahí que es un romance entre un automóvil Tico y una camioneta… Es la historia de Tico que iba por las calles de Lima, se detiene en una luz roja y ve aparecer una camioneta curvilínea, aerodinámica, hermosísima. Era un Tico que creía en el amor a primer juego de luces…
(Risas) ¿Y qué le dice?
(Recita) ¡Mujer, pasas y no miras. / Ignoras que en la luz roja, / hay un chasis que sonroja / al ver lo lindo que giras! / Sin saber, arroz me tiras. / Más por eso no me espantas, / aceleras y adelantas a este pequeño modelo / que al verte se queda lelo / con el vaivén de tu mirada…
¡Es la Dama y el Vagabundo en versión automotriz! (Risas)
Es que la historia es la misma, siempre… (Risas)
Como decimista y músico, ¿cuánto ha enriquecido una cosa a la otra?
Muchísimo. La décima a la canción, porque, como compositor, me ha proveído del material necesario para entrar en el ritmo de la poesía. No olvides que la décima forma parte del verso clásico.
¿Y al revés?
La canción nutre la décima de musicalidad, es la posibilidad de cantarla y de tomar las tonadas tradicionales peruanas. Yo estoy usando ahorita dos tonadas tradicionales peruanas afrocosteñas, que se acompañan con guitarra de socavón, para cantar mis décimas.
¿Cualquier ritmo se presta a la décima?
La décima puede entrar en cualquier género. Ha entrado en salsa, ha entrado en géneros de música andina tradicional de Chile y Argentina. En España dicen que el 70% de la música tradicional española es octosilábica y tiene que ver con que parece que es la métrica natural de los hispanohablantes. Nos manifestamos en ocho sílabas. Decimos: lamarinajavierprado, elpalaciodegobierno, buenosdíasseñorita, quierounpanconmantequilla, nohay malqueporbiennovenga.
¿Es verdad que te formaste con la poesía del siglo de oro español?
Fíjate que me pasó algo raro. A mí, de chiquillo, no me gustaba leer, pero tenía momentos en que me perdía un rato leyendo cuentos o poesía de Garcilaso de la Vega. Extrañamente, me conmovían esos sonetos de amor…
¡Qué locura, a esa edad!
(Risas) Pero el gusto por la lectura ya nace dejando el colegio y la décima aparece en el 2004. Cuando escuché a alguien decir décimas y después improvisar, me sentí frente a algo nuevo, maravillado, impresionado…
¿Qué tan importante es el humor en todo lo que haces?
Mis canciones eran como más serias, si se quiere. La décima ha sido la que me ha metido al humor que, a partir de ahí, ha entrado a las canciones con más soltura. Y era natural que pasara así, porque la décima requiere que uno realice un juego de estrategia con ella, porque es finalmente un juego, un rompecabezas que se arma con el alma.
Yo veo cada vez más gente joven haciendo décimas. ¿A qué se debe?
Se debe a un auge me atrevería a decir que mundial, no de la décima, sino de algo más grande que es la oralidad. Hace años, me enteré de esos festivales de spoken word (palabra dicha). Antes, comenzaron ya los narradores orales a difundirse mucho. Los decimistas dejaban la quietud del campo, porque muchos son del campo, y los de ciudad empezaron a tomar internet y a generar contrapuntos a través de la red.
¿No será la reacción al mundo del Smartphone, el emoticón y las redes?
La oralidad está en un momento especial y de pronto puede sorprender a la gente que está acostumbrada a las maquinitas, que te vuelven solitario. Es posible, sí, que sea una rebeldía ante el sistema, la del ser humano no dejando esta oralidad tan propia, tan primitiva.
Como músico, tienes tres discos. ¿Hacia dónde te proyectas?
Me proyecto a seguir musicalmente tomando de los géneros musicales peruanos elementos que yo pueda transformar en mis canciones. Me proyecto a seguir desarrollando letras que siempre cuenten algo, una historia. Y como artista, me proyecto a vivir de la música.
Y el giro musical que has elegido no es justo el más comercial.
Sin embargo, creo que en un mundo donde todo tiende a igualarse por la globalización, las diferencias que puede generar mi música, con influencias de landó, o de huaynos, o de yaravíes, resultan muy interesantes en el exterior. Y me ha pasado cuando he viajado. La gente lo acepta bien y mira con mucha curiosidad los géneros afroperuanos y los géneros andinos.
¿Podrías definirte a ti mismo en un verso octosílabo?
Es muy difícil. ¡No sé…! (Risas) Pero mi vida es octosilábica.
LA FICHA
Nací en Magdalena y de niño leía poesía del siglo de oro español. Al salir del colegio, formé una banda de rock, pero componía canciones a solas. Tras un período de viajar por Ecuador, Argentina, Bolivia y México, descubrí la música y la poesía popular. Allí nació mi disco Camino. He escrito un libro de décimas, Todo lo llevo al canto, y con él hago un tour en el que enseño al público cómo se hace una décima. La próxima fecha será el 4 de julio en Librería Sur del centro de Lima y, en noviembre, presentaré mi tercer disco: Adioses y Bienvenidas.ç
Maritza Espinoza
LA REPÚBLICA